viernes, 4 de abril de 2008

Pedro Parra


Tenía quince años cuando ya andaba sobre el techo de la parroquia. Con el tiempo fui descubriendo lugares allá arriba y ventajas de esa vista. Lo que más admiro son las campanas. Una de ellas, la grande, la que llama a misa, está marcada con el nombre del hombre que crió a mi tatarabuelo: Pedro Parra. Él y su hermano habían llegado a Tepecoacuilco durante el siglo XVIII provenientes de Tixtla. La revolución de Independencia los favoreció en muchos aspectos: económico, político, social.
Cuando se hizo de un nombre, quizo que su memoria no se perdiera. El gran arete de bronce que cuelga de la torre de la parroquia fue mandado a hacer por Parra.

Sus hijos biológicos no se quedaron en Tepecoacuilco. Rafael, huérfano de guerra, su ahijado e hijo de crianza, sí. Y aunque ahora casi nadie sabe nada de su historia, la voz de Perdo Parra sigue gritándonos al paso de los siglos cada vez que alguien llama a misa...



No hay comentarios: